Los bigotes




                                                                            Me miro
                                                     
                                                                   en un espejo de mano

                                                         donde están pintados unos bigotes,

                                                                y procuro que las rayas
  
                                                                me queden por encima
     
                                                                   del labio superior.


Joan Brossa

Cien años de soledad - Gabriel García Márquez





"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo"
 Sin duda una de las mejores y mas reconocibles primeras frases de la literatura universal, para mi en dura competencia con:  “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación" y "Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto", o "Pueden llamarme Ismael..".

Para muchos este es El Libro, sin duda emblema de la explosión de la literatura en español del siglo XX, de la que se encargaron escritores sudamericanos. Y de mitologia se trata, de las siete generaciones (numero no elegido al azar) de los Buendía tienen cada una su espacio en las edades del hombre, desde la primera que abraza la mitología, territorio donde los hombres se confunden con los dioses, hasta aquella de máquinas y guerras que peligrosamente se parece a la actualidad. 
 
Se trata de la historia de un apellido, Buendia y de un lugar Macondo, al estilo del origen de las civilizaciones precristianas, la que no existia en la literatura para todo un continente, y allí el hombre va desde un lugar en la selva aumentando su conocimiento de la naturaleza, su historia, del viaje de una condicion primaria casi salvaje a de la infancia y de los paises de las guerras y de todos los jesucristros y salvapatrias que los habitan.
"El mejor amigo es el que acaba de morir, solia decirse entonces, cansado de la incertidumbre del circulo vicioso de aquella guerra eterna que siempre lo encontraba en el mismo lugar, solo que cada vez mas viejo, mas acabado.. Todo normal mi coronel, y la normalidad era precisamente lo mas espantoso de aquella guerra infinita: que no pasaba nada."



La primera vez que me acerque a este libro fue en una edición de bolsillo con renglones muy juntos y un tamaño de letra muy pequeño, y tenia la sensación de que a medida que las leia las palabras y las frases iban creciendo, floreciendo incluso, como semillas en mi inconsciente, llegando a creer que el editor consciente del poder germinal del libro hizo la edicion tan poco legible de forma intencionada, eso o quizás es algo que tambien le ocurrio al propio autor, en sus propias palabras: "Quise dejar constancia poética del mundo de mi infancia, que transcurrio en una casa muy grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y multitud de parientes con nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia."

En cuanto a la soledad:
"Taciturno, silencioso, insensible al nuevo soplo de vitalidad que estremecía la casa, el coronel Aureliano Buendía apenas si comprendió que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad. Se levantaba a las cinco despues de un sueño superficial, tomaba en la cocina su eterno tazón de café amargo, se encerraba todo el día en el taller, y a las cuatro de la tarde pasaba por el corredor arrastrando un taburete, sin fijarse siquiera en el incendio de los rosales, ni en el brillo de la hora, ni en la impavidez de Amaranta, cuya melancolía hacía un ruido de la marmita perfectamente perceptible al atardecer, y se sentaba en la puerta de la calle hasta que se lo permitían los mosquitos. Alguien se atrevió alguna vez a perturbar su soledad.
- ¿Como está coronel? - le dijo al pasar.
- Aquí - contesto él -. Esperando que pase mi entierro."

Llegará un día en el que, al igual que a los habitantes de Macondo, nos abandone la memoria, y entonces, de casualidad, nos encontremos en algún lugar de cualquier biblioteca una nota pegada que ponga LEER ESTE LIBRO.