Cortesía de mi amigo David
Garrido, llegó por sorpresa este libro de temática ajedrecista, pasión
compartida en otra época, y que el tuvo la inteligencia de dejar a tiempo.
Se trata de una buena
cantidad de relatos breves y microrrelatos donde destaca la sorpresa, como el patito de la feliz portada, la mayoría de ellos intrahistorias del juego, la competición y los clubs de ajedrez, por lo que sólo el lector que conozca
ese mundo tendrá el plus necesario para disfrutar en la lectura de este libro,
como en los relatos Los Sordomudos, Zdzislaw Balka Busca Analista, La Mano
Inocente, o Diluvio de Ideas, Lección Magistral, o el muy divertido microrrelato El Mamotreto:
Creo haber dado con la
solución para aquellas personas que son incapaces de recordar que, para jugar
al ajedrez, el cuadro blanco siempre ha de disponerse a la derecha de los
contendientes. Y ésta no es otra que el tablero de nueve casillas. En los de nueve
por nueve (en lugar de los tradicionales de ocho por ocho), el número impar de
cuadros aseguraría que las casillas blancas coparan las cuatro esquinas sin
perder ni alterar la esencia escaqueada del tablero por todos conocido.
A mi modo de ver, sólo
presentarían un inconveniente, que tendría lógicamente que estudiarse: ¿qué
nueva pieza habría de incorporarse al juego para ocupar la columna adicional?
Se me ocurre, a bote pronto, varias e imaginativas alternativas que expongo, a
continuación, por si alguien quisiera tenerlas en consideración: el armatoste,
por ejemplo, que movería tres casillas hacía adelante y una a la derecha, el
mamotreto (este nombre es tan solo provisional, considerándose el cachivache
como una opción viable al mismo), cuyo movimiento sería parecido al del juego
de las damas, saltando por encima de las piezas propias; o el chirimbolo, que
se desplazaría en diagonal de tres en tres escaques y que únicamente capturaría
hacia atrás. Cualquiera de estas piezas, aquí dejo la idea, ocuparía la columna
central, la columna central, entre el rey y la dama. Éstas son sólo, insisto,
propuestas que habrían de someterse a estudio por parte de una comisión
establecida y avalada por la federación internacional porque, como ya dije más
arriba, yo el problema que he resuelto es el del tablero. Lo otro lo dejo en
mano de los expertos y de los profesionales del ajedrez. Faltaría más.
Pero en mi opinión los
mejores momentos del libro están en unos pocos relatos que sólo tocan tangencialmente el juego en sí, como en El Botánico Aficionado, Paridad o en el muy destacable
El Método Infalible, que creo gustaría bastante a Monterroso..