El tercer libro de la colección está dedicado a Gustav Meyrink, autor/moldeador de la leyenda de El Golem. Escritor que vivió entre los siglos XIX y XX, según Wikipedia hijo no reconocido de un noble austriaco con una artista judía, pasa su vida en Praga y a los 24 años hay un hecho que cambia su vida, nunca mejor dicho porque estaba a punto de suicidarse, y justo en el momento en el que iba a dispararse en la cabeza, alguien dejó bajo su puerta un folleto, La vida postrera, Meyrink entendió esto como una señal debida a fenómenos ocultos y le llevó a dedicar su vida al esoterismo, ocultismo y parapsicología. Según Borges ésta visión mágica del mundo es la principal seña de identidad de sus relatos, diametralmente opuesta, casi antagónica, a la temática científica de Wells, más de moda en la época:
"Pescadores entusiastas como ustedes –dijo–, conocen esa excitante sensación que se da cuando el sedal se tensa repentinamente y –a una profundidad de doscientas brazas–, sentimos que ha mordido el anzuelo un enorme pez y que, en un instante, un monstruo verdinoso va a salir a la superficie y azotará el agua hasta cubrirla de espuma. “Multipliquen esa sensación por mil, y tal vez comprendan entonces lo que yo sentí cuando ese trozo de metal me anunció al fin: he tocado fondo. Fue como si mi mano hubiese llamado a una puerta. Es el final de un trabajo que duró decenios –añadió en voz baja para sí mismo–, y la angustia hacía vibrar su voz, como preguntándose ahora: pero, ¿Qué haré mañana? –Ahí es nada para la ciencia que una sonda haya tocado el punto más profundo de la corteza terrestre –dijo el botánico Eshcuid.
–¡Para la ciencia, para la ciencia!” –repetía Radspieller, como ausente, mientras nos contemplaba con aire interrogativo. “¡Qué me importa a mí la ciencia!” –dijo finalmente."
Son tres relatos, dos de ellos, J.H. Oberbeit visita el país de los devoradores del tiempo y Los cuatro hermanos de la luna han sufrido el cambio de época y en la actualidad resultan algo inocentes, el único destacable es el que da el título al libro, El cardenal Napellus, en el que se refleja la incesante búsqueda de la verdad oculta, y de lo peligroso de esa búsqueda:
"Aunque también existe otro sentido en nuestros caprichos –prosiguió, mientras una creciente inquietud se apoderaba de él. He llegado a pensar esto poco a poco, gradualmente. Un sutil instinto mental me dice que cada acto que realizamos tiene un doble sentido mágico; lo cierto es que no podemos hacer nada que no sea mágico... Yo sé muy bien por qué he sondeado el lago durante casi la mitad de mi vida. Y también sé qué significado tiene que por fin haya logrado tocar fondo, y gracias a este largo y fino sedal, a través de los torbellinos, establecí contacto con un reino al que no llegan los
rayos del sol, ese sol cuyo mayor placer es dejar morir de sed a sus criaturas. Lo que ocurrió hoy es un acontecimiento sin importancia si lo juzgamos desde el exterior, pero a cualquiera que sepa ver e interpretar lo que hay detrás de las cosas más simples, le basta con la sombra informe que se dibuja contra la pared para saber quién se ha puesto delante de la lámpara. (Me sonrió con sorna). Voy a explicarle en pocas palabras el sentido secreto de este acontecimiento exterior. He hallado lo que buscaba; a partir de hoy estoy inmunizado contra las serpientes venenosas que son la fe y la esperanza, que sólo pueden vivir en la claridad. Lo supe así por el brusco latido de mi corazón cuando hoy pude ver cumplido mi proyecto y toqué el fondo del lago con mi sonda. Un acontecimiento exterior sin importancia me reveló su cara interior."
rayos del sol, ese sol cuyo mayor placer es dejar morir de sed a sus criaturas. Lo que ocurrió hoy es un acontecimiento sin importancia si lo juzgamos desde el exterior, pero a cualquiera que sepa ver e interpretar lo que hay detrás de las cosas más simples, le basta con la sombra informe que se dibuja contra la pared para saber quién se ha puesto delante de la lámpara. (Me sonrió con sorna). Voy a explicarle en pocas palabras el sentido secreto de este acontecimiento exterior. He hallado lo que buscaba; a partir de hoy estoy inmunizado contra las serpientes venenosas que son la fe y la esperanza, que sólo pueden vivir en la claridad. Lo supe así por el brusco latido de mi corazón cuando hoy pude ver cumplido mi proyecto y toqué el fondo del lago con mi sonda. Un acontecimiento exterior sin importancia me reveló su cara interior."
Pese a que Meyrink escribió otros como El rostro verde, La noche de Walpurgis, o Dominico blanco, o el para mi inencontrable libro de relatos Murciélagos, que de por sí le hubieran dado reconocimiento, el prólogo de este libro es la excusa que encuentra Borges para hablar del fascinante y mágico Golem,
"Los discípulos de Paracelso acometieron la creación de un homúnculo por obra de la alquimia; los cabalistas, por obra del secreto nombre de Dios, pronunciado con sabia lentitud sobre una figura de barro. Ese hijo de una palabra recibió el apodo de Golem, que vale por el polvo, que es la materia de que Adán fue creado. Arnim y Hoffmann conocieron esa leyenda. En el año 1915, el austriaco Gustav Meyrink la renovó para la escritura de esta novela. Harta de sonoras noticias militares, Alemania acogió con gratitud sus fabulosas páginas, que le permitían olvidar el presente. Meyrink hizo del Golem una figura que aparece cada treinta y tres años en la inaccesible ventana de un cuarto circular que no tiene puertas, en el ghetto de Praga. Esa figura es a la vez el otro yo del narrador y un símbolo incorpóreo de las generaciones de la secular judería. Todo en este libro es extraño, hasta los monosílabos del índice: Prag, Punsch, Nacht, Spuk, Licht. Como en el caso de Lewis Carroll, la ficción está hecha de sueños que encierran otros sueños. Hacia esa fecha, Meyrink había dejado la fe cristiana por la doctrina del Buddha."
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