En este libro se recoge al completo la producción
breve del Nobel, apenas más de cién páginas, con escritos desde 1945 hasta 1980
poco antes de su muerte. Creo que son algo anecdótico dentro de su obra, pero
muy ejemplares de su interés estético y estilístico, una de las características
más importantes del autor.
Los primeros relatos son un monólogo en primera
persona en los que el protagonista está totalmente ajeno a la realidad, que
descubrimos o intuimos a través de su propia narración. Esta técnica es
exactamente la que usó Mark Haddon en su betseller El extraño incidente del
perro a medianoche, en la que el protagonista sufre síndrome de Asperger, con
grandes dificultades en la interacción social y comunicación, por lo que su
percepción de la realidad no coincide exactamente con los hechos.
En este caso los síntomas son los mismos, solo que los
personajes, aparecen en el entorno social al igual que en
medio de una jauría de lobos, enfrentados a la extraña libertad
que poseen .
"Hacía buen tiempo. Caminaba por la calle,
manteniéndome lo más cerca posible de la acera. La acera más ancha nunca es lo
bastante ancha para mí, cuando me pongo en movimiento, y me horroriza
importunar a desconocidos. Un guardia me detuvo y me dijo, la calzada para los
vehículos, la acera para los peatones. Parecía una cita del antiguo testamento.
Subí pues a la acera, casi excusándome, y allí me mantuve, por lo menos durante
veinte pasos, hasta el momento en que tuve que tirarme al suelo, para no
aplastar a un niño. Le hubiera aplastado con gusto, aborrezco a los niños,
además le hubiera hecho un favor, pero temía las represalias. Se debería
disponer, en la calles concurridas, de una seria de pistas reservadas a esos sucios
pequeños seres, para toda su sucia pequeña felicidad. Caí pues y mi caída
arrastró la de una señora anciana que debía pesar unos noventa kilos. Sus
alaridos no tardaron en provocar un tumulto. Confiaba en que se había roto el
fémur, las señoras viejas se rompen fácilmente el fémur, pero no lo bastante,
no lo bastante."
Bukowski seguramente lloró al leer esto..
El segundo grupo de relatos es de todo menos una
lectura relajante y placentera, mas bien podría ser algo parecido a que te
devoren, te vomiten y te vuelvan a tragar, ya que en cada relato, que yo
etiquetaría de terror existencial, no existe el descanso, frases trabadas a
veces con menos palabras que comas, y otras veces sin un solo signo de
puntuación en las que falta la respiración en la lectura:
"Ruinas silencio y fijeza de mármol pequeño
cuerpo postrado en posición de firmes órbitas abiertas con fondo azul limpio.
Como en el tiempo de la verticalidad los brazos hacen cuerpo con el tronco y
una con otra las piernas hechas para huir. Caído desde un montón con toda su
pequeña estatura rostro al frente como empujado en la espalda por una mano
amiga o por el viento pero el aire está inmóvil. O venido de un poso de vida al
cabo de un largo trecho a pie cae sin temor ya no podrás volverte a levantar.
Cráneo funerario todo va a quedar fijado ahí como para siempre parihuelas y
enanos ruinas y pequeño cuerpo cielo gris sin nubes polvo no pudiendo ya más
lejanías sin fin aire de infierno. Y sueño de un recorrido por un espacio sin
aquí ni otra parte donde nunca se acercarán ni alejarán de nada todos los pasos
de la tierra. Que no pues para acabar aún poco a poco o como por conmutador la
oscuridad vuelve a hacerse en fin esa cierta oscuridad que sola puede
cierta ceniza. Por ella quién sabe un final aún bajo un cielo misma oscuridad
sin nubes ella tierra y cielo de un final último si debiera nunca haber uno si
fuese absolutamente necesario.", poniéndoselo fácil a los
traductores.
Un chorro interminable de monólogos limitados al
claustrofóbico espacio del cuerpo y psique de los personajes, así no es de
extrañar que en muchos de ellos la muerte, la huida a las estrellas, equivalga
a un final feliz. El culmen de este indefinible estilo se alcanza en Sin, donde
se rompen todas las fronteras entre espacio mente y carne, en un texto sin
estructura en la que se repiten y reordenan las palabras y frases en una suerte
de canción nihilista.
El relato más destacable con diferencia, quizás por
alejarse de la tónica asfixiante del libro es En el cilindro, y su ampliación
El despoblador una suerte de pesadilla kafkiana en la que la humanidad, de la
misma manera que en una granja de hormigas, se ubica en la figura geométrica de
un cilindro, y dentro de esta figura perfecta un sinsentido de normas y
conductas de los seres que no se preguntan por qué están allí, ni por la
improbable salida.
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